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ꗃ.  kid x law, doflamingo x law 


kidlaw - Freeform, AU - Entorno Moderno, pandillas, violencia, BDSM, descripciones de sexo, descripciones de violencia, dudoso consentimiento, implícita/referencia de violacion/no consensual, no con la pareja principal, dom/sub undertones, otras parejas no mencionadas en las etiquetas, male slash, gay, m/m - Freeform, contenido sexual explícito, lenguaje explícito (+)otras etiquetas adicionales por añadir 













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R E S U M E N: ⠀⠀⠀⠀ Con el fin de tener la libertad de vivir una vida normal, Trafalgar Law hizo un trato con el diablo. Durante una noche al año, volverá con el hombre que hizo de su vida un infierno y le complacerá con sus más salvajes fantasías. Esto ha sido así durante muchos años y ha funcionado bien para el joven cirujano, que no quiere otra cosa mas que vivir sin ataduras. Entra en escena Eustass Kid, el encantador mecánico que se abalanza sobre Law en cuanto lo ve. Él también está huyendo de un pasado que lo está alcanzando, un mundo de pandillas del que ya no quiere formar parte. Sin que Law y Kid lo supieran, el tiempo que tenían juntos se agotó en el momento en el que se conocieron . . .


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> Historia en proceso / capítulos largos








NOTAS DE LA AUTORA. ¡Hola y bienvenidos! Este es mi primer capítulo de ficción en mucho, mucho tiempo, y estoy emocionada y nerviosa por publicar mi obra para que otros lo lean. He tenido una idea para una historia así durante tiempo, pero no fue hasta que un reciente golpe de inspiración (principalmente por parte del anime One Piece, lol) fui capaz de desarrollar plenamente la trama a mi gusto. Habrá smut entre la pareja principal -Kid y Law- una vez que se haya establecido y planteado todo y habrá algo más de smut entre la segunda pareja principal. Este fic contendrá representaciones gráficas de sexo y violencia, es male x male(hombre x hombre), así que si esto es algo que crees que no disfrutarás, entonces este fic puede que no sea para ti. Para todos aquellos que estén dispuestos a acompañarme en este viaje, espero que lo disfruten.

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𝖈𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 1❢ (ETIQUETAS. menciones de violencia (disparos), palabrotas, menciones de abuso, menciones de no-con, menciones de dub-con, sexo m/m, matices dom/sub, esposas. ⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀ 1. opᴉɔouoɔ soɯɐɹ́ǝᴉqnɥ sou ɐɔunu ǝnb ɐ́ᴉɹɐǝsǝp ⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀ 15 de julio, 2019 Hospital Grand Line City 23:29pm ⠀⠀⠀⠀
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⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Beep… Beep… Beep… ⠀⠀El pitido constante y estable de un monitor de ritmo cardíaco en la sala de operaciones era un sonido tranquilizador para el doctor Trafalgar Law. El doctor de pelo negro dejó escapar un largo y pesado suspiro mientras las enfermeras y los auxiliares de la habitación empezaban a apagar las máquinas y a preparar al paciente para llevarlo a la Unidad de Cuidados Intensivos. La operación había salido lo mejor posible, pero el ambiente en la sala era sombrío debido a la naturaleza de las lesiones de los pacientes. Las lesiones de la mayoría de sus pacientes, en realidad. Justo después del mediodía de hoy, se produjo lo que sólo podría describirse como una masacre en el mismo corazón de la ciudad Grand Line. Cuatro individuos no identificados vaciaron sus armas sobre la gente inocente que estaba reflexionando sobre su día en lo que la policía describía como un ataque al azar. Las enfermeras estaban trayendo las novedades a la sala de operaciones, que también atendían a la avalancha de pacientes y familiares que los servicios de emergencia habían traído a la sala de espera desde que se produjo el incidente. —Ese fue el último del tiroteo —. La cirujana a cargo, la Doctora Kureha, dijo a los demás en la sala mientras revisaba el portapapeles y tachaba el último nombre que quedaba allí. Todavía quedaban pacientes con heridas más leves, pero los que corrían peligro de muerte habían sido tratados por el momento. Si vivirían o no, era una historia que sólo el tiempo diría, pensó Law para sí mismo. —Vamos a limpiar este lugar, tenemos un relevo en 5 para el siguiente grupo de cirujanos. Los médicos asintieron y se pusieron a trabajar en la desinfección de los instrumentos quirúrgicos y la sala. El doctor Law se aseguró de que enviaran a alguien para que se llevara al paciente antes de salir de la sala de operaciones a un aseo adyacente con un cubo de basura y un gran lavabo. Se quitó los guantes, dejando al descubierto los tatuajes oscuros de sus dedos y el dorso de sus manos bronceadas, antes de quitarse la mascarilla y respirar profundamente. Se deshizo de la mascarilla y los guantes y se dirigió al lavabo para lavarse las manos, con la mente entumecida y aturdida por la estricta concentración y la minuciosidad de su trabajo. No ayudaba el hecho de que estuviese agitado por la ansiedad sobre sus planes para la noche. Law deseaba llevar un reloj, pero se lo quitaba cuando se trataba de cirugías porque no quería que le estorbara, además de que lo consideraba antihigiénico. Siempre había un reloj en la pared, y estaba seguro de que una de las enfermeras que lo acompañaban podría darle la hora cuando se lo pidiera. Pero siempre se sentía desnudo sin reloj, ahora más que nunca. Law no estaba seguro de cómo había sido capaz de mantener el pulso firme mientras cortaba a sus pacientes, teniendo en cuenta que tenía tantas cosas que le pesaban en su mente. Aparte de unos cuantos suspiros profundos que calentaban el interior de sus mascarillas -que los demás médicos y enfermeros atribuían al estrés de las intervenciones quirúrgicas-, Law se esforzaba por no mostrar su nerviosismo. Sin embargo, había una persona que podía percibirlo. Ella se dirigía hacia él en este momento, con el portapapeles bajo el brazo y una mirada seria en su rostro. —Buen trabajo, doctor. Law giró la cabeza, los cansados ojos se enfocaron en la doctora que se acercaba a él. La doctora Kureha era una mujer mayor, pero cualquier persona medianamente sensata que trabajara en el hospital sabía que no se debía llamar la atención sobre su edad, que era un misterio para casi todo el personal que no había estado presente cuando ella empezó a trabajar aquí hacía muchísimos años atrás. Las palabras " vieja " y " anciana " estaban prácticamente prohibidas en presencia de la vivaz mujer, que podía tener una sorprendente cantidad de energía cuando se enfurecía por un insulto de ese tipo. Además, era alta para su edad, su delgada estructura ósea nunca se encorvaba hacia delante, y sólo era más baja que Law -que medía 1,90 metros- por unos pocos centímetros. En el hospital de la ciudad Grand Line ella era respetada y temida, y una de las mejores cirujanas del país. Law aspiraba a ser como ella, aunque a menudo ella comentaba que sus habilidades la superaban con creces. Él nunca supo cómo tomarse esos cumplidos, desacostumbrado a tales elogios que hacían que su rostro se tornara de color rosado por el malestar. —Gracias Doctora Kureha. Lo mismo puede decirse de usted —contestó Law, volviéndose hacia el lavabo. Se echó una chorretada de jabón líquido en las palmas de las manos y comenzó a frotarlas, colocando todo su brazo bajo la corriente de agua. Observó cómo las salpicaduras de sangre de algunas de las intervenciones desaparecían en el lavabo, coloreadas de rosa por el agua. Kureha se puso a su lado, girando la pomo del grifo junto al suyo y repitiendo la acción. —Vaya mierda de espectáculo —comentó Kureha con voz molesta. —Espero que esos cabrones reciban lo que se merecen —. Law la miró. Se refería a los pistoleros; Law ni siquiera había pensado en ellos desde que había llegado su primer paciente. —¿Alguna novedad en las noticias sobre su paradero? — —Todavía no, aunque he oído que la ciudad está llena de policías tratando de localizarlos —dijo, sacudiendo la cabeza. Law pudo ver el ceño fruncido en su cara, y sus ojos ceñidos. Si no estuviera tan cansado por haber trabajado durante un turno de pesadilla de veinte horas, lo más probable es que emulara la misma ira que ella sentía. —Esperemos que los encuentren pronto. No habrá seguridad en la ciudad hasta que los arresten. —murmuró Law, volviendo a mirar sus manos. Seguía lavándoselas, con los ojos grises clavados en el tatuaje de " DEATH " que tenía en sus dedos. Se había hecho ese tatuaje hacía muchos años, para recordar lo que estaba en juego cada vez que entraba en la sala de operaciones. Normalmente le motivaba a salvar vidas, pero hoy estaba teniendo el efecto contrario. Hoy había muerto gente por heridas demasiado grandes como para poder recuperarse, y al médico le enfurecía no haber podido salvarlos. —No me gusta esa mirada en tu cara Law —. Dijo Kureha, girando los pomos del grifo para que el agua se cortara. —Oye, ahora. Es la única cara que tengo —. Law respondió con voz monótona, intentando hacer un chiste desenfadado para enmascarar los sentimientos de estrés y rabia que bullían bajo la superficie de su piel. Sin embargo, no podía engañar a Kureha. La mujer era la misma definición de la percepción, con unos ojos como un halcón y una intuición en la que siempre había que confiar. También había sido la mentora de Law, y lo había visto crecer a lo largo de sus años en el hospital, de interno a aprendiz y de médico a cirujano. Si había alguien que conocía a Law mejor que él mismo, era Kureha. —Law... —Estoy bien, doctora —. Law la cortó, con una sonrisa tensa en su rostro. —No me lo creo ni por un segundo. —dijo Kureha con severidad, frunciendo los ojos. —Bueno, estoy igual de bien que cualquier persona que ha trabajado durante casi un día. —dijo Law encogiéndose de hombros. Kureha entrecerró los ojos cuando Law cortó el agua, alcanzando una toallita de papel para secarse las manos. —Admitiré que estoy muy cansado —. —Sí. Si, lo estás. —dijo Kureha con un movimiento de cabeza, cediendo finalmente en sus sospechas. —Definitivamente te vas a tomar mañana el día libre, chico. Ni siquiera figurabas en la lista para hoy después de todo —. Kureha puso una mano en el hombro de Law. —Vete a casa, Law. Descansa un poco para que puedas volver renovado, ¿vale? — —Gracias. Me retiro ahora. Law atinó a sonreírle a Kureha, arrugando la toallita de papel y tirándola a la papelera. Cuando salía de la habitación, oyó que Kureha le llamaba de nuevo. —Por cierto, Law, hoy has estado increíble en la operación. —le dijo ella. Law volvió a encogerse de hombros, con una mano apoyada en el pomo de la puerta. —Sólo estaba haciendo mi trabajo. Adiós, Doctora —. Dijo simplemente. Y no fue suficiente. Tampoco ayudaba el hecho de que Law se sentía muy incómodo cuando se trataba de ser elogiado. No sabía cómo actuar o qué decir. Y, sobre todo, no se sentía merecedor de ningún tipo de elogio. Law salió de la habitación. Ahora que había terminado de realizar las operaciones del día, empezaba a sentir los efectos del horario que acababa de cumplir. Ahogó un bostezo mientras empezaba a caminar por el largo pasillo hacia el ascensor, pasándose una mano por el cabello. A pesar de que le aterraba el lugar en donde debía estar, caminó a paso ligero. Llegar tarde empeoraría las cosas más de lo que iban a ser, aunque a juzgar por lo oscuro que estaba el exterior iba camino de que eso fuera una realidad. Además, Law no tenía muchas ganas de hablar con ninguna de los otros enfermeros o médicos en este momento, aunque lo intentara. Por desgracia, Law pasó por delante de muchos médicos que le llamaban para saludar o preguntar cómo habían ido las cirugías o si había alguna nueva información sobre cómo habían llegado allí los pacientes en primer lugar. Law esbozaba una pequeña sonrisa que no le llegaba a los ojos, y no se detenía a saludar a quienes en realidad tenían el valor de detenerlo en su lugar después de verlo en su estado derrotado y desaliñado. Para cuando llegó al puñetero ascensor, Law se sentía incluso aún más agotado de energía y nivel de tolerancia, si es que eso era posible. Lo único que quería era llegar a las taquillas, cambiarse y salir de este lugar olvidado de la mano de Dios, aunque fuera a otro lugar más indeseable. ⠀⠀⠀⠀ __________ ⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀ ⠀Cuando llegó a su apartamento, la camioneta ya lo estaba esperando. No había mucho tráfico en las calles, pero esta noche le costó más de lo habitual llegar a casa. El taxista tuvo que tomar una ruta alternativa, ya que la más rápida estaba bloqueada por la cinta policial; además, el hombre sentía la necesidad de conducir como si la carretera estuviera hecha de cáscaras de huevo. Tan jodidamente lento, que no ayudaba en absoluto a la creciente ansiedad de Law. Law pagó al conductor y se bajó del taxi, con la mirada puesta en el elegante automóvil negro con cristales tintados que estaba aparcado frente a su edificio. Law se acercó al coche y llamó a la ventanilla. Ésta se bajó y Law frunció los labios. —¿Por qué estás aquí, Vergo? —preguntó Law al hombre sentado en el lado del conductor. Instintivamente, sus manos se cerraron en puños a su lado. Vergo le miró a través de sus lentes sombreados. El hombre tenía un aspecto tan intimidante como el que Law recordaba de su infancia: era alto, de piel un poco más oscura que la de Law, con el pelo negro peinado hacia atrás y que brillaba por la cantidad de gel con fuerte olor que utilizaba para mantenerlo controlado. No tenía cejas, pero la piel donde se suponía que debían de estar se elevaba hacia arriba por un lado. Si Law no estuviera tan nervioso por haber llegado tarde a la reunión, habría comentado, como solía hacer, lo ridículo que se veía Vergo. No ayudaba que el hombre insistiera en mantener su "tendencia" de estúpidas patillas laterales en forma de rayo, pareciendo realmente el payaso que Law creía que era. Además, como la escoria que era, el hombre tenía unos putos trozos de arroz pegados a la mejilla. —¿Estás pidiendo una puta paliza? ¿Dónde están tus malditos modales? —respondió Vergo en voz baja y uniforme. Las palabras hicieron que Law achicara los ojos, con las uñas clavadas en la palma de su la mano. —...Qué haces aquí, Señor Vergo —escupió Law, burlonamente. Prácticamente pudo sentir cómo bajaba la temperatura cuando la mandíbula de Vergo se puso como el acero, y el espacio donde se encontraban sus cejas se arrugó en un profundo ceño. El hombre quería ser tratado con respeto, pero Law no tenía nada de eso para él. Se quedaron en silencio durante un momento, y Law se preguntó si Vergo iba a salir del coche y recurrir a lo que acostumbraba a hacer, siendo el salvaje bárbaro que era: darle una buena paliza a Law. Vergo se movió en su asiento, se desabrochó el cinturón y se inclinó hacia el asiento del copiloto. Instintivamente, Law saltó hacia atrás y se alejó del coche, pensando que el hombre iba a saltar por la ventanilla abierta y atacarlo. En cambio, Vergo abrió la puerta antes de acomodarse en su asiento. —Cobarde —dijo Vergo, volviendo a abrocharse el cinturón de seguridad. —Evidentemente, he venido a buscarte, pedazo de mierda. — Las mejillas de Law ardían de vergüenza. Lo último que quería era que Vergo pensase que todavía le tenía miedo después de todos estos años, pero había fracasado miserablemente. Joder. ¿No podía hacer nada bien? —Él nunca te ha enviado antes. —Law murmuró. —Bueno, tú nunca antes habías llegado tarde. Has hecho esperar a Doflamingo durante horas, imbécil. Y créeme cuando te digo que te va a doler cuando él te vea. — Law cerró los ojos, respirando profundamente. Cálmate, pensó para sí mismo, notando un aumento en los latidos de su corazón. Explícale cuando lo veas. Quizá... quizá te perdone. Tal vez lo entienda. Law rezó por ese resultado, aunque la sensación de incomodidad y malestar en sus entrañas se negaba a remitir. Si Law tuviera que poner su fe en un dios o en su instinto, se decantaría por este último; el primero ignoró sus plegarias durante años, y el segundo -aunque le advertía cuando iban a ocurrir cosas malas- casi siempre tenía razón. Al menos tendría tiempo de prepararse para la inminente fatalidad que le esperaba al final del trayecto. No presagiaba nada bueno con el hecho de que Doflamingo hubiera enviado a Vergo. Sabía lo mucho que Law le odiaba, y que el sentimiento era mutuo por parte de Vergo. Debía estar increíblemente cabreado para estar jugando con las emociones de Law incluso antes de llegar a su destino. —Muy bien… —Law comenzó. —Deja que recoja mi bolsa y saldré enseguida —. Law comenzó a alejarse del coche hacia su casa, cuando oyó que se abría la puerta del lado del conductor del vehículo. Se obligó a no mirar hacia atrás, pero oyó los pesados pasos de Vergo rodeando el maletero para llegar a su lado y agarrarle bruscamente del brazo. Eso, y el ruido familiar del amartillado de una pistola, hicieron que Law se detuviera en seco. —No es necesario. Doflamingo se ocupará de ti como siempre, aunque no entiendo por qué lo hace. Una mierda sin valor como tú no merece ese tipo de trato —. —No tardaré... —Entra en el puto coche, Law. No puedo matarte -órdenes del jefe- pero me ha hecho saber que puedo hacer que te duela de verdad si causas problemas —. Una amplia y poco amigable sonrisa se dibujó en el rostro de Vergo. —Así que te desafío. Dame una puta razón, Law —. Law tragó con fuerza, intentando que no se notara su nerviosismo. Era difícil, pero levantó la cabeza y enderezó su espalda. —Como quieras —. Dijo con lo que esperaba que fuera una voz uniforme. Vergo bajó su arma y la volvió a guardar en su abrigo cuando Law se subió tímidamente al asiento del copiloto y se abrochó el cinturón. Vergo cerró la puerta con demasiada suavidad, y el ruido hizo que Law se estremeciera al ver que el hombre más grande se sentaba en su asiento y ponía el coche en marcha. Vergo se apartó del bordillo y Law miró por la ventanilla con los ojos entrecerrados, preguntándose si sería capaz de dormir un poco. Le dolía mucho la cabeza, le dolían los pies y tenía un pitido en el oído que no parecía haber cesado desde que dejó su lugar de trabajo. Agradeció el silencio en el coche, pero también sintió lo inquietante que era estar allí a solas con Vergo. Contempló la posibilidad de encender la radio para distraerse de sus pesados pensamientos, pero no quiso preguntarle al hombre. Nunca la encendería sin pedir permiso; la última vez que lo intentó, Vergo le había agarrado la muñeca y apretado tan fuerte que dejó a Law con una fractura. El dolor todavía estaba ahí en los días de lluvia, un recordatorio agotador de lo que Vergo era capaz de hacerle. Condujeron durante un buen rato, pero Law no prestaba atención al reloj del salpicadero, perdido en sus propios pensamientos. La residencia de Doflamingo no estaba en la ciudad. No tenía por qué estarlo. Tenía gente en la que confiaba para ocuparse de cualquier asunto en Grand City, y sólo se presentaría si era de suma importancia; recoger a Law se consideraba uno de esos casos. En cambio, Doflamingo se sentaba en su improvisado trono en su mansión de Dressrosa, una ciudad repleta de gente malvada y rica que disponen de demasiado dinero y tiempo libre. La mayoría de los habitantes eran hedonistas; los bares, clubs y burdeles se forraban de dinero, cada calle albergaba al menos uno de esa infame trinidad del pecado. Y quien controlaba el mecenazgo y los fondos, vendiendo la porquería con la que se dopaban los ciudadanos, moviendo los hilos desde las sombras, era Donquixote Dolfa-maldito-mingo. Se llamaba a sí mismo el amante de Law, aunque el sentimiento hacía que el joven cirujano quisiera expulsar todo el contenido de su estómago. Para Law, Doflamingo era... bueno, no sabía realmente cómo clasificarlo. Por un lado, Doflamingo era el hombre que había dejado entrar en su familia al enfermizo Law todos esos años, cuando Law había sido encontrado por él cuando era un niño después de huir del hospicio para niños en el que estaba. Por otro lado, Doflamingo era -y sigue siendo- el maltratador de Law. Era el hombre cuya sonrisa era demasiado amplia como para que le cupiera en la cara, hasta el punto de parecer espeluznante, y los ojos siempre cubiertos por sombras para que Law siempre se quedara adivinando qué expresión escondía. Era el hombre que ponía a Law en un pedestal, en un trono, muy por encima de los demás, antes de derribar las patas y verle caer indefenso hasta que solo era un montón de sollozos a sus pies. Le había enseñado a cómo usar su cuerpo, le había moldeado a su imagen deseada… Y luego lo utilizó en su contra, castigándolo por las sensibilidades que le había puesto ahí. Law lo odiaba con cada fibra de su ser… Law fue sacado de sus pensamientos cuando Vergo volvió a hablar. —Directamente a su habitación. No hables con nadie, aunque de todos modos tienen instrucciones de no hablar contigo. Sería una pérdida de tiempo —Vergo le dijo con voz ronca, cambiando de marcha para aparcar el coche. Mierda, ¿ya estaban aquí? Law tenía la boca seca y las manos húmedas de sudor. Asintió con la cabeza, con muchas ganas de arremeter contra Vergo por un comentario tan desagradable; pero eso sería poner el dedo en la llaga a estas alturas. La riqueza de Doflamingo no tenía límites. Su mansión era más alta que todas las demás estructuras, y se limpiaba cada semana para que las paredes de mármol y los elementos decorativos no tuvieran ni una mota que arruinara la perfecta arquitectura. La hierba estaba siempre verde: los aspersores se encendían cada noche, a veces durante el día, incluso en tiempos de sequía. Sin embargo, nadie se opondría a Doflamingo, a no ser que deseara que le metieran una bala en el cráneo o que amenazaran la vida de sus familiares. Doflamingo era un rey, y Dressrosa era su reino. Mientras Law subía los escalones hasta la puerta, pensó en el día en el que él y Doflamingo habían llegado a este acuerdo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Hacia ahora siete años? Law tenía entonces diecinueve años y vivía más como un esclavo que como un maldito ser humano. Law había querido salir de esa vida de crimen, quería dejar a la familia Donquixote y hacer algo jodidamente útil con su vida. Una vez al año, el 15 de julio, Law volvía a su antigua casa y pasaba una noche reavivando su relación con Doflamingo. Una noche de sexo y placer a cambio de la libertad de estudiar y trabajar y vivir su maldita vida. Law lo recordaba con mucha claridad. A menudo lo reproducía una y otra vez en su mente, como si se sintiera incrédulo de que fuera realmente un recuerdo y no una especie de sueño… Los dos habían estado acostados juntos en la cama, con la espalda de Law contra el pecho de Doflamingo. Estaban cubiertos de sudor, y la garganta de Law ardía por los gritos de dolor y éxtasis que había proferido. Las manos del hombre de pelo negro estaban bien encadenadas delante de él, la cadena que las unía era bastante corta y restringía sus movimientos. El flácido miembro de Doflamingo seguía enterrada en su agujero, en el que se había vaciado ya tantas veces que el semen del hombre goteaba por sus muslos. —Doffy —había pronunciado Law muy suavemente en la oscuridad, con la voz ligeramente ronca. No estaba seguro de que Doflamingo le hubiera oído hasta que, tras un rato de silencio, el rubio gruñó en respuesta. —Doffy... ¿Tienes algún sueño? — Hubo un movimiento en la cama a su lado. —¿Qué? — —Un sueño. Algo que desees por encima de todo. — Doflamingo pareció dudar en responder. Law no participaba en conversaciones de almohada, y si hablaba era para maldecir el nombre del hombre. Y, desde luego, nunca le llamaba "Doffy", a pesar de los muchos intentos de Doflamingo para que lo hiciera. —Ya sabes la respuesta a eso, Law. — —¿Poder? —Poder —confirmó Doflamingo. —¿No crees que ya tienes suficiente? —había preguntado Law. Sabía que Doflamingo ya era un hombre poderoso, uno que se había establecido como un jefe de la mafia de los no me jodas, con un gran número de seguidores leales que poco a poco se estaba apoderando del territorio de Dressrosa. Doflamingo poseía ahora clubs y pubs, y estaba trabajando para comprar los casinos al más experimentado jefe de la mafia, Crocodile. Sin embargo, nunca se contentaba con lo que tenía y hacía planes para conseguir más. Su naturaleza exagerada no le permitía detenerse ahí. Para Doflamingo, el mundo era suyo y su obsesión por obtener poder estaba siempre en el primer plano de su mente. —...Yo también tengo un sueño, Doffy —. Law continuó en voz baja. —Quiero ser cirujano. — Doflamingo se burló en su oído. —¿Y por qué diablos quieres hacer algo así? —Doflamingo le dijo en voz baja, apretando su agarre en el cuerpo de Law. —Quiero ayudar a la gente. —Me ayudas calentando mi cama por la noche. —Doflamingo replicó, pasando un largo dedo por el cuerpo de Law. Law se estremeció bajo el contacto, su agujero se apretó naturalmente alrededor de la suave verga de Doflamingo. Se ganó un pequeño silbido del hombre, que movió un poco las caderas. —¿Está mal que yo también quiera ayudar a otras personas? Doflamingo guardó silencio, y Law lo tomó como una señal para seguir adelante. Levantó las manos atadas para acariciar ligeramente la mejilla de Doflamingo, con el corazón latiendo más rápido en su pecho mientras las cadenas sonaban. Nunca había hecho un movimiento tan atrevido en su vida, y pareció conmocionar a los dos. Doflamingo respiró entrecortadamente y se inclinó hacia el contacto, frotando su mejilla contra los temblorosos dedos de Law. —Me salvaste Doffy —dijo Law suavemente, a pesar de que cada fibra de su ser le gritaba internamente en señal de protesta. Esto era un golpe para el orgullo de Law si alguna vez tuvo uno, pero tenía que persistir. Tragó grueso, habiendo repasado esta conversación en su cabeza un millón de veces, pero aún no estaba seguro de cómo decir lo que quería. —Y... y estoy tan agradecido por ti. Yo... realmente no puedo vivir sin ti —. Los ojos de Law se llenaron de lágrimas. Las líneas entre lo que era una actuación y lo que era verdad comenzaban a desdibujarse, enviándolo al precipicio del pánico. Porque había algo de verdad en lo que decía, y tener que admitirlo era lo que más le jodía. —Me diste mi vida cuando la gente se había dado por vencida conmigo. Quiero usar esa vida para ayudar a otros. Y… —Inspiración profunda. Exhalación temblorosa. —Y... todavía quiero verte a ti también. El hombre que me salvó la vida… — Doflamingo se quedó quieto junto a él, preguntándose. Contemplando. —Si te dejo ir, ¿cómo sé que vas a volver a mí? —preguntó. —Haremos un acuerdo. Una promesa que ninguno de los dos romperá. —¿Oh? —Una vez al año, te prometo que volveré contigo Doflamingo —le dijo Law. —Y dejaré que hagas lo que quieras conmigo. Apagaré mi teléfono, dejaré todos mis estudios, no haré ningún otro plan. Sólo seremos tú, yo y esta cama. Sólo seremos nosotros. No... no, será sobre ti, Doffy —. Law susurró en voz baja, moviéndose en la cama y haciendo un ligero gesto de dolor cuando la longitud del hombre fue finalmente sacada de él. Doflamingo se recostó en las sábanas y observó cuidadosamente los movimientos de Law. Bueno, Law supuso que lo estaba observando: el hombre aún tenía puestas sus malditas gafas de sol. Law cambió de posición y se colocó en el regazo del hombre, a horcajadas sobre su cuerpo, con las piernas a cada lado de Doflamingo. Sus manos bajaron de la cara de Doflamingo a su pecho, tintineando con cada movimiento. Sus ojos miraron hacia abajo, con las mejillas enrojecidas, hacia ese torso tonificado y el duro músculo de su abdomen, y la prominente forma de V que bajaba hasta esa enorme polla que descansaba entre sus piernas. —Puedo hacer eso ahora —dijo Doflamingo, alargando la mano para agarrar las caderas de Law, como si quisiera dejar constancia de ello. Sus uñas se clavaron en la carne maltratada y Law apartó la mirada, sabiendo que eso era muy cierto. —Si quisiera, podría tomar esas cadenas y fijarlas permanentemente al cabecero de mi cama. Podría comprar una jaula con candado y llave y mantenerte ahí, como una mascota, y sólo dejarte salir cuando quiera follarte hasta que te desmayes. Ahora puedo hacer lo que quiera contigo, así que ¿por qué debería dejarte ir? —. —Porque no soy feliz —susurró Law. Si Doflamingo sentía algún tipo de simpatía por él después de decir eso, no lo demostró. Pero era la única carta que le quedaba a Law por jugar. De niño, Doflamingo le decía constantemente que quería que fuera feliz, que quería que todos los niños de la familia fueran felices. La felicidad de ellos significaba la suya, siempre que no se interpusiera en los negocios. Law esperaba, rezaba, que Doflamingo siguiera siendo fiel a esos ideales. —Sabes que no soy feliz. ¿No quieres que me alegre de verte? ¿Que deje de intentar huir de ti? —continuó Law, armándose de valor para agacharse y besar la clavícula de Doflamingo. La vergüenza le recorrió el cuerpo y los ojos se le humedecieron. —¿Te imaginas cuánto mejor sería si me alegrara tanto de verte como tú de verme a mí? —. Law hizo caer ligeramente sus caderas sobre el regazo de Doflamingo. Oyó una respiración entrecortada del hombre, los dedos de Doflamingo presionando más profundamente. La virilidad de Doflamingo cobraba vida, y los movimientos de cadera de Law provocaban descargas de electricidad en el cuerpo de ambos. —Una vez al año, eh... —Una vez al año. —¿Lo prometes? —Lo prometo, Doffy. Doflamingo se inclinó a un lado y tomó la llave de las esposas de Law que estaba sobre la mesita de noche. Se aferró a las muñecas de Law mientras introducía la llave en la cerradura y dejaba caer el metal en algún lugar de la cama. Sus largos dedos frotaban en círculos la carne de Law, el toque era extrañamente... suave. No era para nada la típica forma ruda en que Doflamingo lo manoseaba. —Si eso es lo que realmente quieres Law... entonces muéstrame. Muéstrame cuánto quieres que acepte eso. Dame una muestra de lo que pasará si digo que sí —. Y Law lo hizo. Era la primera vez que conocía la diferencia entre follar y hacer el amor. Había una pasión en esta conexión que difería mucho de lo habitual. Normalmente, todo estaba en llamas. Doflamingo lo sujetaba, lo retenía, lo ahogaba, lo abofeteaba, lo agredía verbalmente mientras se abalanzaba sobre Law una y otra vez como un carnero. Los dos jadeaban, con la respiración entrecortada por el esfuerzo, y la cama crujía violentamente. El cabecero de la cama golpeaba con fuerza contra la pared al ritmo de la follada. Bang bang bang bang bang. Law gritaba. Doflamingo sonreía. Estaban juntos, pero tan separados al mismo tiempo. Nunca se besaban, sólo follaban como animales salvajes, con total pérdida de control e inhibición. Era una cacofonía de caos y violencia que se prolongaba más allá del clímax de ambos, con Doflamingo moviendo sus caderas hasta que la última gota estaba dentro del apretado vientre de Law, mientras se retorcía y acariciaba la hipersensible polla de Law hasta que lloraba por el exceso del placer y del dolor. Por primera vez, no hubo nada de eso. Esta vez... bueno, Law supuso que esto era lo más cercano que él y Doflamingo habían llegado a "hacer el amor" en lugar de simplemente follar con rudeza como solían hacer. El corazón de Law deseaba ser libre, y la única manera de conseguirlo era a través de la misericordia de Doflamingo. Así que hizo lo que tenía que hacer, empezó por agacharse, cerrar los ojos y unir sus labios en un recatado beso. Doflamingo le permitió controlar el ritmo, y así Law fue lentamente. Sensualmente, profundizando después de que el hombre tarareó de placer. La mano libre de Law bajó por la longitud del cuerpo de Doflamingo, agarrando ligeramente la erección medio dura que lucía el mayor. Doflamingo apoyó suavemente sus manos en el flexible culo de Law, apretando y amasando su carne mientras éste comenzaba a bombearlo lenta y firmemente. Law abrió la boca, invitando a Doflamingo a probarlo, a explorar cada rincón con su larga lengua. Law comenzó a frotarse contra él, su cuerpo respondiendo a su naturaleza íntima, y se fundió en el beso como si fuera un helado expuesto al sol. Todo su ser vibraba mientras se besaban en la cama como amantes. Cuando Law se separó del beso, él también estaba empalmado, y miró hacia abajo para ver la polla de Doflamingo en posición vertical contra su estómago. El joven de pelo negro besó a Doflamingo por todo el cuerpo, tratando de obtener cada pedazo de carne que pudiera encontrar. Besó su cuello, sus clavículas, su pecho, sus abdominales, su estómago. Cada vez más abajo hasta llegar a la gran y escurridiza polla que le follaba a fondo casi todas las noches. —Tan grande… —susurró, sabiendo lo mucho que le gustaba a Doflamingo que Law se sometiera alabándolo de esa manera. Besó la gota de líquido preseminal en la punta de la polla de Doflamingo antes de abrir su cálida boca de par en par y tomar al hombre. Law ya le había hecho felaciones a Doflamingo antes; a el hombre no le gustaba nada más que obligar a Law a arrodillarse y metérsela en la boca, agarrarle el pelo con fuerza y follarle tan fuerte que se ahogaba. Pero esta vez dejó que Law tomara el control, dejó que Law le deshiciera lentamente con sus besos, sus chupadas y lamidas de gatito. Y cuando Law sintió que la longitud de Doflamingo estaba lo suficientemente mojada, se apartó y volvió a ponerse a horcajadas sobre sus caderas. Sus dedos temblorosos se aferraron a la polla del hombre y la guiándola hasta su trasero. No se había preparado ahí porque la verga del hombre había estado dentro de él hacía sólo unos instantes, pero todavía había un tramo que dolía e hizo que Law aspirara profundamente antes de gemir con fuerza. Doflamingo gimió, susurrando sobre lo jodidamente apretado que estaba el hombre que tenía en sus manos, bajando la cabeza de Law para poder besar de nuevo esos dulces labios. Los ojos de Law se cerraron mientras dejaba que Doflamingo explorara su boca una vez más, al tiempo que se movía en el regazo del hombre. Montó a Doflamingo, empujando lentamente su cuerpo hacia arriba con las rodillas antes de hundirse hasta quedar completamente lleno del hombre. Doflamingo respondió del mismo modo, presionando perezosamente su longitud dentro del apretado calor de Law cada vez que éste se hundía sobre él. Ambos gemían, los ojos de Law revoloteaban de placer mientras cabalgaba sobre Doflamingo, salpicado por los dulces besos del hombre que tenía debajo durante lo que parecieron horas. Ambos se estremecieron cuando se corrieron, Doflamingo acariciando a Law hasta el hartazgo mientras su polla lo llenaba hasta el fondo con su semen. Si Law hubiera tenido una pistola en la cabeza que le pidiera que eligiera cómo prefería que Doflamingo le follara, Law recibiría el disparo en lugar de tomar una decisión. No sabía con qué preferiría lidiar. El sexo áspero y doloroso que afectaba a su cuerpo y a su resistencia física; o los movimientos suaves, lentos y apasionados que mantenían su cuerpo saciado, pero su mente era un completo manojo de nervios. Por primera vez, Law había entregado voluntariamente su cuerpo a Doflamingo, agarrándose a él como si fuera un salvavidas y Law se estuviera ahogando en el mar. Sus cuerpos se movían con una sincronización diferente a la habitual. Doflamingo debió sentirlo también, lo maravilloso que era para Law someterse por fin a él de la forma que había soñado durante años. La forma en que lo abrazó... Law no podía recordar la última vez que había recibido un abrazo tan apretado, cálido y seguro de alguien, y mucho menos de Doflamingo. Le asustaba lo cómodo que se sentía su cuerpo al ser abrazado por el hombre que despreciaba, acariciando con delicadeza sus espesos mechones de pelo negro, tranquilizándolo para que se durmiera. El pequeño susurro en su oído le llegó al mismo tiempo que sentía que su cuerpo era arrastrado por una ola de agotamiento. —De acuerdo, Law. Acepto. Law sollozó y abrazó al hombre con firmeza. Doflamingo le secó las lágrimas y le acunó para que se durmiera, y Law durmió profundamente por primera vez en años. Law seguía sin saber si el hecho de complacer a Doflamingo con su fantasía sexual era la razón por la que el hombre había aceptado el trato. Doflamingo marchaba al ritmo de su propio tambor y no tenía reparos en obligar a una persona a hacer lo que él quisiera, o incluso a faltar a su palabra. A Law le preocupaba que, después de follar, Doflamingo volviera a encadenarlo a la cabecera de su cama como un accesorio permanente, como tantas veces le había dicho que haría, y se riera en su cara de lo ingenuo que era el joven al pensar que alguna vez aceptaría esa condición. Pero eso no sucedió, y Law estaba más que eufórico porque ni siquiera pestañeó cuando la única condición de Doflamingo fue que deseaba ser él quien eligiera la fecha. Conociendo la importancia de las fechas en su propia vida, Law debería haberse dado cuenta de que Doflamingo iba a ponerle a prueba cuando le pidió elegirla. Había una cosa que Law debería haber sospechado, pero que no había esperado. La fecha. La maldita fecha. 15 de julio. El cumpleaños de Rosinante. El hombre al que Law realmente le debía la vida. El hermano menor de Doflamingo. El hermano menor de Doflamingo muerto, disparado por su misma puta mano. Rosinante... Su corazón. Su Corazón... Cora- Doflamingo le había observado atentamente a través de sus gafas de sol, buscando cualquier tipo de indicio de que el corazón de Law no estuviera dispuesto a ello. Pero no podía abandonar su plan por el as en la manga de Doflamingo. Tragó y se encogió de hombros, sonando indiferente cuando dijo que la fecha era perfecta, a pesar de sentir como si su corazón hubiera sido atravesado por una flecha. A la semana siguiente, Law ya se había matriculado en la Universidad Grand Line City. No se preguntó cómo se las había arreglado Doflamingo para hacerlo, pero supuso que probablemente había costado una buena cantidad de dinero. No es que Doflamingo no pudiera permitírselo, e incluso ahora, siete años después, no había pedido nada a cambio. Law había tenido que hacer algunos exámenes para demostrar que era capaz de estudiar medicina, y los aprobó con éxito, desconcertando a los tutores y profesores de la universidad. Los difuntos padres de Law habían sido médicos, y desde muy joven había estado interesado en seguir sus pasos. Doflamingo tenía una amplia biblioteca en su mansión, aunque no la utilizaba mucho. Nadie más que Law lo hacía en realidad, y el muchacho estudió por su cuenta durante años. Se alegró de haber sido tan persistente: al final dio sus frutos. Actualmente, Law quiso que sus palpitantes piernas lo llevaran más adentro de la mansión. Había sido reformada y redecorada recientemente, y Law se sentía muy desubicado entre los nuevos objetos. Mantuvo la mirada baja, vigilando sus pies e ignorando el parloteo de la habitación contigua a la escalera. No quería ver las caras de las personas que habían crecido con él, no necesitaba su desprecio, su odio y su desdén. Subió las escaleras de caracol y recorrió los pasillos iluminados con lámparas de araña hasta llegar al santuario de Doflamingo. La habitación del "Rey"...

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capítulo 1 de  S I N A T A D U R A S   capítulo 2



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